Cómo dejar de autosabotearte sin darte cuenta

¿Te pasó alguna vez que todo iba bien… y de repente, algo dentro tuyo boicoteó el proceso? No entregaste eso importante, cancelaste esa cita, dijiste algo hiriente, postergaste otra vez. Sentís que algo en vos mete la pata justo cuando estás por avanzar.

Eso se llama autosabotaje, y aunque parezca que es una falla, en realidad es una defensa.


 ¿Qué es el autosabotaje?

El autosabotaje es como tener un freno de mano puesto mientras intentás acelerar. Decís que querés algo, pero tus acciones (o inacciones) van en dirección opuesta. No es que seas débil o tonto: simplemente hay una parte tuya que tiene miedo de cambiar, y cree que te está protegiendo.


 Los mecanismos ocultos del autosabotaje

No siempre es obvio. A veces, el autosabotaje se disfraza de:

  • Perfeccionismo extremo: Nunca es suficiente, entonces nunca arrancás.

  • Procrastinación crónica: “Después lo hago”... y nunca llega ese después.

  • Relaciones tóxicas repetidas: Siempre caés en el mismo patrón.

  • Duda constante: Te bloqueás con el “¿y si me equivoco?”.

  • Victimismo sutil: Creés que “si las cosas fueran distintas, podrías...”.

Todo esto es una forma de no moverse. Pero no porque no quieras avanzar… sino porque una parte tuya tiene miedo de lo que viene si lo hacés.


 ¿Por qué nos saboteamos?

Porque hay una parte interna que aprendió a asociar el éxito con peligro.

Tal vez te enseñaron que brillar es egoísta. O que si te va bien, vas a perder a alguien. O que el cambio trae dolor. Entonces tu mente inconsciente se encarga de que nada cambie, para que no te duela.

Y ahí es donde empezás a repetirte:

“Siempre me pasa lo mismo”
“No sé por qué no puedo avanzar”
“Me siento estancad@”


¿Cómo empezar a salir de ese ciclo?

Te dejo tres claves para empezar a desarmar ese patrón:

1. Identificá tus “excusas favoritas”

Esas frases que repetís cuando estás por cambiar algo:
“No es el momento” – “No tengo tiempo” – “No soy suficiente”
Escuchalas… son la voz del miedo, no la de tu alma.

2. Observá cuándo te alejás de lo que deseás

¿En qué momentos te distraés, te ocupás de otros, o te autosaboteás justo cuando te sentís mejor? Anotá esos momentos. Ahí está la trampa.

3. Pedí acompañamiento

Nadie sale del laberinto desde adentro del mismo pensamiento. Necesitás una mirada externa, amorosa y clara que te ayude a ver lo que aún no ves.


 ¿Y si dejás de frenarte?

Imaginá por un momento qué pasaría si te animaras a soltar el freno.
A confiar. A avanzar. A elegirte.
No para ser perfectx, sino para liberarte.

Comentarios